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Suspensión de motos trasera y delantera  


Publicado el 02/09/15

Un fin de semana, un puente o unos días libres. Cualquier momento es bueno para hacer una escapada en moto. Unos eligen las concentraciones, otros optan por la aventura de adentrarse en zonas desconocidas. Sea cual sea el motivo, además de consultar el tiempo, antes de partir conviene prestar cierta atención a la suspensión de la moto.

Suspensión moto

El objetivo de una escapada es disfrutar. Uno de los factores que puede arruinar nuestra travesía es el estado de algunas partes mecánicas de la moto. Y uno de esos elementos clave es la suspensión. Si nos movemos principalmente por ciudad es posible que no hayamos notado nunca nada raro. Es cuando salimos a carretera y después de recorrer algunos cientos de kilómetros cuando pueden empezar a surgir los problemas.


Como ocurre siempre, lo mejor es prevenir. Para evitar contratiempos, comprobar el estado de la suspensión de nuestra moto es el primer paso fundamental antes de cualquier salida. Estos son algunos aspectos a tener en cuenta:

Estabilidad. Las suspensiones no sólo absorben las irregularidades del terreno, sino que condicionan el aplomo, la estabilidad de la moto y la distancia de frenado. Resultan, por tanto, de capital importancia para nuestra propia seguridad. Debemos asegurarnos de su buen estado antes de iniciar el viaje y acudir a un taller especializado ante la menor sospecha.

Evidencias. Verificar a simple vista el estado de la suspensión es sencillo. En la horquilla delantera no debe haber rastro alguno de aceite. Si lo hay, puede ser un problema simple de rotura o pérdida de sellado de los retenes de las botellas. Pero a veces el cambio de retén no es suficiente y hay que sustituir el amortiguador. Inexcusable ir al taller. 

Amortiguación. En la trasera sucede algo parecido, pero con más suciedad. No debemos confundir la porquería con el aceite. Debemos limpiar el/los amortiguador/es y asegurarnos que no hay residuo de aceite. Para comprobar el estado del sistema delantero, frenamos firmemente la rueda y presionamos con fuerza sobre el manillar. La horquilla debe bajar con suavidad y subir sin trompicones y más suavidad si cabe. Para la trasera, nos sentaremos con fuerza en la parte más alejada del asiento y veremos si se comporta de igual manera.

En movimiento. Si al pasar por un bache notamos que la suspensión delantera hace tope, ya podemos ir pensando en ir al taller. O cuando hay una pérdida de aceite importante en las botellas o muelles para tirar. En circulación normal nunca debe llegar al tope. Asimismo, es posible que tengamos un problema de amortiguación si nos vemos obligados a corregir la trayectoria continuamente. Otro detalle que puede delatar el mal estado de la suspensión es el desgaste irregular de los neumáticos, aunque aquí también influye nuestra particular forma de conducir. 

Revisiones periódicas. La suspensión está trabajando en todo momento, desde el mismo inicio de la marcha: cuando transferimos pesos a la rueda trasera o delantera, ante cualquier frenada, etc. Debido a este trabajo, los elementos se degradan de forma progresiva y puede ocurrir que nos acostumbremos a un mal funcionamiento. Por ello, es conveniente hacer un mantenimiento preventivo de las suspensiones y cambiar el aceite como mucho cada dos años o 24.000 km, si bien estos márgenes varían según el fabricante. 

Puesta a punto. Una vez que nos hayamos asegurado que las suspensiones están en buen estado, será necesario un reglaje. Se trata de una operación delicada que requiere experiencia, conocimientos y método. Hay que ser capaz de evaluar la incidencia de cualquier ajuste -y hay muchas- sobre el comportamiento final y la estabilidad de nuestra moto. Aunque hay “manitas” que se atreven con ello, se trata de un trabajo de taller especializado que merece la pena confiar a profesionales, especialmente si tenemos una máquina potente.

 

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